El hígado usado habría sido descartado en un procedimiento tradicional, pero fue tratado. Se abre una ventana para "aumentar el número de órganos trasplantables, así como reducir las listas de espera.
Por Carmen Rodríguez
Un trasplante de hígado requiere que este no pase más de doce horas fuera del cuerpo, una traba que podría acabar gracias a una nueva tecnología que permite conservarlo, al menos tres días, como se ha demostrado con un paciente que sigue sano un año después de recibir el órgano.
Además, el hígado usado habría sido descartado en un procedimiento tradicional, pero fue tratado. Una tecnología que aún requiere de más ensayos antes de pensar en su uso habitual, pero que abre una ventana para “aumentar el número de órganos trasplantables, así como reducir las listas de espera y, sobre todo, salvar muchas vidas”:
Así lo explica a EFE una de las firmantes de la investigación que publica este martes Nature Biotechnology Lucía Bautista Borrego, del Hospital Universitario de Zúrich.
Cada vez es mayor la diferencia entre la demanda de trasplantes de hígado y el número de los disponibles, además como la práctica clínica consiste en almacenarlos durante no más de 12 horas en hielo, el número de órganos es limitado.
El equipo encabezado por Pierre-Alain Clavien, del Hospital Universitario de Zúrich, logró conservar durante tres días el hígado fuera del cuerpo gracias a una máquina que realiza una técnica conocida como perfusión normométrica ‘ex situ’.
La técnica consiste en perfundir órganos dentro de un rango de temperaturas consideradas fisiológicas (de 34 a 37 grados), con lo que sus funciones metabólicas están activas, y no “en reposo”, como ocurre con la perfusión hipotérmica (a bajas temperaturas), explica Bautista.
El equipo usa para ello sangre humana de banco de sangre, que “hace la perfusión aún más fisiológica, o parecida a como ocurre ‘in vivo'”.
Lo que “hace especial” la técnica del equipo es el uso de una maquina desarrollada con ingenieros de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH) que permite monitorizar y controlar numerosos parámetros de funcionalidad. “Con ello -destaca Bautista- hemos conseguido mantener los hígados en buenas condiciones por varios días”.
Una vez trasplantado, en mayo de 2021, el hígado funcionó con normalidad, con “una lesión mínima” al volver el flujo a los vasos sanguíneos internos, escriben los autores.
El paciente solo requirió un régimen inmunosupresor básico durante las primeras seis semanas y “recuperó rápidamente la calidad de vida, sin ningún signo de daño hepático, como el rechazo o la lesión de los conductos biliares, que siguen estando sanos un año después de la operación”, agrega el estudio.
El receptor del órgano fue un varón de 62 años que sufría de cirrosis avanzada, hipertensión portal grave y carcinoma hepatocelular (CHC) múltiple y recurrente, quién fue informado de la técnica a la que el órgano iba a ser sometido.
El hígado no era válido para su trasplante en un procedimiento habitual y fue rechazado por otros centros, pues venía de una paciente con sépsis y tenía un tumor que en ese momento no se sabía si era benigno, lo que se determinó después. Aquella mujer de 29 años había sido sometida, a su vez, a un multitrasplante de hígado, bazo e intestino.
EFE.